LA CONTRACULTURA Y YO NO SOY UN REBELDE

Discurso completo expresado por el director de esta cosa subterránea, Pablo A. Junco, en el marco de la celebración por los tres años de existencia.

Buenos días a todos:

   Muchachos, nuestra invitación es a la contracultura, a intentar la contracultura, como ven, esto puede ser algo muy conservador. Sería bien fácil comenzar enumerando los grupos llamados marginales, (beatniks, jipitecas, emos) pero hay algo que ya no creo de ellos, supongo que su marginalidad, o ya de plano, somos tantos los marginales, los que estamos al margen, que el cuadro de texto es ya bien poquito y además ya no hay texto. Es más bien una pequeña imagen en el monitor de la compu, que dice que soy yo. Yo le llamo: mi Meme. Así de iguales podríamos parecerle hoy a todo el mundo, ya no importa si me tatúo el brazo o el cuerpo completo, estoy seguro que nadie me diferenciaría por esto, ni me excluiría, ni siquiera es fácil o lícito que me dejen de dar trabajo por ello… Ahora, los primeros planes son los de hacer una música que su subgénero sustituya el género. Es decir, hoy es más importante qué escuchas, que si eres hombre, mujer, etc. Esto me parece muy bien, pero ¿qué ya a nadie le escandaliza la música que escuchamos? ¿Ya nadie se ofende? ¿Ya no hay adultos? Eso me parece muy bien también, pero, ¿cómo me voy a definir? ¿Qué posibilidades tengo de definir hoy mi personalidad?… Para ser adolescente necesitaba adultos, a los decentes. Para ser rebelde un orden en este mundo, alguien que creyera un poco en algo por un momento. La contracultura necesita la cultura y hoy está, por sus definiciones más antiguas, hecha una estatua. Por cierto, ¿todavía no les digo que un hermano de mi abuela fue punk? El otro era sacerdote… Ya murió, ganó mucho dinero y cuando estaban enfermos los dos, se pasaban el día jugando a las cartas y fumando.

Un reto verdadero es intentar sumar algo a la contracultura, los mercados han evolucionado, los gobiernos, lentos, pero también se perfeccionan. Los individuos, solos, seguimos siendo lo mismo: tratando de ser algo en medio del caos.

La Revolución en Francia, y todas las revoluciones, tuvieron la suerte de estar en contra de la cultura, la cultura que se nombra, suele ser la cultura dominante. Hay que tener cuidado con lo que es muy aceptado, se convierte en poder. Hoy nos pasa a la mayoría de los que intentamos ser diferentes. Una absurda apelación, tardía al individuo, a la masa, a lo fraterno. Las colectividades parecen la opción, pero porque son la opción que hay, yo creo que si alguien eligió esto, ganó un dinero por eso y además pasó hace ya décadas.

En las filas de la contracultura nos encontramos con que ya todas (o casi todas) las camisetas están muy usadas, se las pusieron los empresarios, y mejoraron el producto; los universitarios, y validaron todo lo que está valiendo.

Hoy me cuesta tanto ser un rebelde, que vuelvo a la imagen de ese rebelde sin causa, una persona que no cree en las ideologías se parece mucho a otra que no las tiene, pero sabe que algo le están negando, que alguien o algo les jode.

Mi primer golpe contracultural, fue adquirir una playera del “Che”, tenía dieciséis, años más tarde, supe por leer, que la compañía que fabrica las playeras es propiedad del hombre que lo mandó matar en Bolivia. Pero saber esto tampoco me salvó, sólo me hizo estar más inconforme. Comencé a sospechar de todos, de los duros, los conservadores, de las muchachas en patines, de los fresas y de los alter por igual. Les dije: Ya no puedo discriminar nada.

Bien, los movimientos culturales vienen de la mano de la rebelión de las masas, pero como dijo Gabriel Zaid: Su abuelo gritó ¡muera el gobierno! Y le dieron muerte. También su papá lo hizo, y lo metieron a la cárcel. Pero cuando le tocó a él, lo invitaron a cenar y le dieron un puestecito… Claro que hay evolución, pero revoluciones ya ni una, mientras no cuente, claro, la institucional.

Espero que mi plática les haya dejado un amargo sabor de boca, pero sé que no, hoy es casi imposible hacerle daño a un mosquito desde un foro, y en todo caso, el que ha estado hablando soy yo, y lo amargo es, más bien, la cerilla que hay en las orejas de los que escuchan.

Larga vida efímera a Yo no soy un rebelde y tres años con este número intentan no dejarlo tan claro. Gracias a los que pusieron menos atención, no dejen de platicar y adopten un rebelde que no se vende, se da a desear, que ya es bastante.

Gracias.

El discurso emuló las actitudes y posturas de Mario Vargas Llosa en el propio, «Elogio de la lectura y la ficción», al recibir el Nobel de Literatura. 

 

Deja un comentario